lunes, 28 de marzo de 2011

Discurso de presentación para el libro El Cuerpo Remendado


Como dice Beatriz en la introducción al libro; esto se trata de prótesis como hilo conductor obvio o sutil. Quiero que me disculpen pero soy muy malo para los discursos. Nací sin la vena que forja a los grandes oradores. Para hablar delante de ustedes he tenido que echar mano a una prótesis; estas hojas. Este discurso que escribí en la soledad de mi estudio, en el silencio de una habitación con paredes desnudas y cortinas sucias. Que escribí en medio de muchos papeles para ser leído en medio de mucha gente en una noche como hoy.
             
Soy una prótesis en este lugar. Yo formo parte de los escritores de este otro libro, Al Diablo Adentro, puesto en circulación por esta misma editorial y del cual ahora mismo, en casa, tengo un texto que vamos a anexar a la segunda edición de este primer racimo de hojas.
             
Soy una prótesis en este panel porque fui traído de otra parte y puesto aquí para hablar de un libro que trata sobre remiendos del cuerpo. Yo mismo soy un remiendo en este panel. ¿Quién mejor que yo, entonces, para hablar de un libro de remiendos?
             
¿Cómo no voy a saber de remiendos si nací de una madre costurera? El taca taca de su máquina de coser me arrullaba todas las noches y me levantaba muy temprano. Crecí entre bolsas y rollos de shantú, de lino, de seda, de tul. Entre patrones y agujas e hilo. Entre costuras y remiendos. Aunque de costura poco sé.
             
La costura y la escritura tienen mucho en común. Voy a tomar prestadas las palabras de Don José Saramago. Lo hago en este momento porque necesito la ayuda de una prótesis literaria para suplir mi discapacidad oratoria. Necesito de sus palabras que pueden explicar mejor que yo lo que ahora quiero decirles. Esto es de su libro “Manual de Pintura y Caligrafía”. Comienzo la cita: “Estas cuartillas son otra tentativa hacia lo que voy con las manos desnudas, sin colores ni pinceles, sólo con esta caligrafía, este hilo negro que se enrolla y desenrolla, que se detiene en puntos, en comas, que respira en los pequeños claros blancos y avanza luego sinuoso, como si recorriera el laberinto de Creta. Este hilo que constantemente se rompe y ato bajo la pluma porque es mi única posibilidad de salvación y conocimiento”. Fin de la cita.
            
Y es precisamente con este hilo, el que construye palabras, el de la literatura, que se ha unido este libro hecho de partes traídas de varios lugares del mundo. La literatura y las palabras son lo que han remendado este hermoso Frankenstein literario que estamos presentando esta noche ante ustedes.
             
¿Cómo no voy a saber de remiendos si mi madre es una costurera y yo un humilde escritor?
             
Escribir es en sí mismo unir fragmentos y dar forma a un relato. El escritor toma cosas de aquí y de allá, une los sentimientos con las anécdotas y con la sabiduría. Remienda los párrafos y las páginas. Corta un poco, anexa, reduce, aumenta. Siempre está remendando sus propios textos. ¡Claro que los escritores, al igual que las costureras, sabemos de remiendos!
             
Durante años, mi madre tuvo un ayudante con una pierna más corta que la otra –producto de un accidente que él tuvo de muy niño-. Rengueaba al caminar porque no usaba zapato ortopédico. Recuerdo que una ocasión le pregunté por qué no lo utilizaba ya que siempre pensé que era muy incómodo y cansado caminar cojeando, dando así como que pequeños brinquitos. Le pregunté por qué no mejor utilizar uno de esos zapatos con la suela más grande. Me dijo que no. Que así estaba bien y que esos zapatos no le resultaban cómodos. Luís. Así se llama. No sé que ha sido de él. Han pasado años desde la última ocasión que nos vimos. Lo estimaba mucho. Entonces se imaginarán mi sorpresa al leer el primer relato de este libro y encontrar que el personaje principal es un hombre que tiene una pierna más corta que la otra y que sueña con ser un gran detective de acción. Me enganchó de inmediato. En mi mente, el protagonista fue y lo seguirá siendo, Luís.
             
Al igual que aguja e hilo en manos de una hábil costurera, las historias de este libro se van hilvanando unas tras otras. Seguí leyendo El Cuerpo Remendado sin darme descanso. Conocí entonces a una prostituta a la que la falta una pierna, a una mujer que sueña con ir a las Vegas. Conocí también a una sirena y a un hombre lobo. Conocí una extraña forma de celebrar cumpleaños en la primaria, a un hombre que vende monederos en forma de testículos, a un dibujante con una mano maldita. Conocí a una mujer que busca piedras de colores mientras espera a su amado. Conocí a un travesti cuarentón que mira cómo poco a poco, con la edad, se ha ido quedando sin trabajo. Conocí a un striper tuerto y a un hombre que predice el clima. Conocí a un yonki que utiliza la droga como prótesis para la vida. Conocí a un hombre que dentro de sí lleva a su propio hermano gemelo no nato, para así llegar a la última historia y viajar al lado de un científico hasta el Vaticano para descubrir la primera prótesis para el alma. Leí todo el libro de un tirón, en una sola noche.
            
 Leer es colocar una prótesis en el corazón. Todos hemos tenido la sensación de que algo nos falta, de que estamos incompletos aunque no podamos definir con claridad cuál es precisamente esa pieza que en algún momento perdimos o que, seguramente, jamás hemos tenido. Tal vez nos falta algo de aventura, tal vez un poco de amor, tal vez simplemente queremos algo que le dé sentido a nuestra vida. Leemos para eso, para suplir esa carencia. Leemos porque nos sabemos incompletos y para completarnos tenemos que echar mano de medios artificiales. Nos ponemos, entonces, una prótesis de literatura. Las palabras son el hilo con el que solemos remendar nuestro roto corazón.
             
De haber escrito una historia para esta antología ¿qué habría escrito? Al igual que hoy, yo hubiera sido una prótesis. Hubiera escrito varios textos pequeños en multiplicidad de voces narrados desde el punto de vista de las prótesis. Hubiera sido la mano de garfio de algún pirata, la oreja de un niño con  microtia (esa malformación congénita en la que se nace sólo con una parte muy pequeña de la oreja), hubiera sido la cadera rota de una anciana, hubiera sido las tetas siliconadas de la esposa de un narcotraficante, hubiera sido la prótesis de pene de un gigoló. Hubiera sido el intestino de plástico de un hombre acuchillado en un asalto. Hubiera sido el cochecito negro con el que juega un niño de la calle. Hubiera sido una silla de ruedas y el marcapasos en el corazón de un hombre que espera el fin del mundo. Son tantas las prótesis de las cuales podemos echar mano para sentirnos “normales” y “aceptados” que este tema se vuelve inagotable.
            
 William Faulkner dice en un fragmento de su discurso de aceptación del Nobel; "El hombre y la mujer que escribe en la actualidad ha olvidado los problemas de un corazón humano en conflicto consigo mismo, cosa que por sí sola puede crear buenos textos, porque sólo escribir acerca de eso vale la pena, vale toda la agonía y el sudor". Y precisamente de esto es de lo que va este libro, El Cuerpo Remendado: De hombres y mujeres en conflicto consigo mismos. De prótesis que los ayudan a sujetarse al mundo y que los vuelven aún más solitarios. Es un libro acerca de personas que son tan humanas como ustedes o como yo, que tienen los mismos sueños, que buscan las mismas verdades. Gente con la cual es fácil sentirse identificados, así como a mí me sucedió con Luis en la primera historia.
             
Todos utilizamos prótesis, aunque no nos hayamos dado cuenta. Utilizamos prótesis físicas o espirituales, mecánicas o idealistas, pero prótesis al fin y al cabo. Escribir es la prótesis que utilizamos los escritores para hacer más soportable nuestra propia realidad. De esto es de lo que trata El Cuerpo Remendado. Y si alguien sabe de literatura y de remiendos, esos somos todos.
            
No hay mucho más que pueda decirles sobre este libro, sólo que lo lean, los invito a hacerlo. Es un honor estar aquí con todos ustedes.

Muchas gracias y buenas noches.