miércoles, 19 de agosto de 2009

Otra buena tarde

Es la época de los primeros vientos del verano y el cabello de mi amiga Ángela luce como una pincelada negra sobre el profundo cielo azul de Cuernavaca. Ella sonríe mientras da un sorbo a su cerveza. Su bikini de flores es el más pequeño que he visto en mi vida. El más pequeño después del mío, claro está. El viento sopla, huele a piscina caliente y encima del agua el sol destella como un millón de granos de azúcar sobre un platón de cereal. Entrecierro los ojos, me pongo un poco de bronceador en las piernas y le pregunto:

-¿Cómo dibujarías a un hombre desnudo?

-¿A un hombre desnudo? Pues exactamente igual a él- me contesta mientras señala a Jorge con uno de los dedos de su pie-. Exactamente igual a él.

-Estoy de acuerdo. Muuy de acuerdo.

Jorge camina alrededor de la piscina, luego sube por las escaleras del trampolín. Su piel morena brilla y sus músculos se tensan con cada paso. Ángela y yo lo miramos, siempre lo hacemos, hasta que llega a la parte más alta. En ese punto yo tengo que protegerme los ojos del sol. Ambas lo saludamos al verlo allá arriba. Él nos regresa el saludo. Fuera de nosotros tres no hay nadie en la casa. Yo me levanto y me acerco a la orilla para verlo saltar.

-¿Hoy no te vas a quitar eso?- le grita Ángela mientras le señala el traje de baño-. Anda. Fuera todo.

-Nenas. Saben que siempre lo hago- contesta él-. ¿Acaso creen que las voy a defraudar?

Y con un solo movimiento se quita el traje de baño y levanta los brazos. Sonríe mientras nosotras le aplaudimos.

Jorge dice que si tienes algo de lo cual te sientas orgulloso, algo que muy poca gente además de ti tenga, algo que valga la pena, entonces debes compartirlo con el mundo. Que es tu deber hacerlo. Dice que las personas que tienen buena voz deben cantar, que las personas con grandes ideas o grandes historias deben escribir, que las personas que ven el mundo de maneras diferentes deben pintar o dirigir una película, o escribir poesía. Que los talentos se deben compartir, al igual que las cualidades. Que tu deber como ser humano, como artista, como persona especial, es hacerlo. Dice que de nada vale si no lo compartes. A jorge le gusta dejar su enorme pene al aire.

Ángela y yo sabemos que de esta noche no pasa en que volvamos a sentir todo su talento. Tal vez ni siquiera tengamos que esperar tanto. Seguramente no.

Jorge se arroja al agua y nosotras reímos cuando las gotas brincan y nos mojan las piernas. Yo siento cosquillas adentro del estómago. Sé que con seguridad esta será otra buena tarde.

jueves, 13 de agosto de 2009

Me gustan las chicas que lloran

Lo primero que pensé al ver el cañón del arma que me apuntaba directamente al pecho fué ¿qué tan fuerte sonará el disparo? Sé que suena un poco loco, pero yo siempre he sido un tipo loco, de otra forma no me hubiera metido en el problema en que ya estaba metido. El sol entra con fuerza en la habitación, la mujer me apunta con su pulso tembloroso y yo lo único en que puedo pensar es en el tremendo sonido que seguramente hará el revólver cuando ella apriete el gatillo y en lo roja que se verá mi sangre sobre las paredes blancas recién pintadas. Como ya dije, tal vez no sea yo una persona normal. De hecho no soy una persona normal.

El rostro de ella, con el rimel negro cayendole por las mejillas y el lapiz lábial regado por su boca, me pareció sexy. Tremendamente sexy. Dios. No sé por qué pienso esas cosas en este momento. Seguramente notará que me gusta cuando mi amigo comience a levantarse debajo del calzoncillo. Cuando ella entró, tan de repente, ni siquiera me dio tiempo de ponerme los pantalones. Caramba. Debería estar preocupado. Me está apuntando con un arma y yo sólo pienso en metérsela.

¿Por qué? Me pregunta ella sin dejar de apuntar. ¿Por qué lo hiciste?

Nena... soy hombre y a los hombres nos gustan las nalgas. Cualquier nalga.

La veo y me pregunto cómo se verá su cuerpo desnudo, su piel morena y suave, encima de las sábanas de seda italiana de mi cama. Me gustan sus labios carnosos respirando agitadamente.

Lo sé, me dice, pero ¿por qué con ella?

Porque es más joven que tú.

Ese no es suficiente pretexto para justificar que te hayas metido con mi novia, dijo ella. ¿Por qué lo hiciste, habiendo tantas otras que te quieren?

Seguramente nadie escuchará el disparo. Nadie más que yo... aunque tal vez ni eso. Para entrar a la casa hay que atravezar un jardín y después una alberca cuadrada que me costó... no sé, mucho dinero. Yo no sé de eso. No hay nadie en dos kilómetros a la redonda. Ni siquiera comprendo cómo es que ella logró entrar. Caray. Qué bonita se ve cuando llora. Me la está poniendo dura.

¿Acaso no te has dado cuenta que hay otras mujeres que te quieren?

Sí. Me he dado cuenta.

¿Entonces?

¿Entonces qué?

¿Por qué precisamente con ella? ¿No te das cuenta que la amo? Ella es el amor de mi vida y tú...

¿Yo qué?

Afuera los pajaros cantan, brincando de una rama a otra. Es temporada de rosas y el jardinero ha hecho un buen trabajo. Todo el lugar es una mancha verde con botones rojos. Hace calor, sopla el viento fresco, las ramas de los árboles se mecen tranquilamente; es un gran día para morir.

¿Yo qué? Le volví a preguntar.

Yo también te amo, dijo en un sollozo.

Gabriela bajó el arma y se derrumbó de rodillas encima del piso de madera. Me pareció bonita. Nunca antes me había parecido tan bonita. No sé. Me gustan las chicas cuando lloran. Esperé unos momentos viendo cómo se doblaba sobre ella misma, con las manos entre las piernas, respirando con dificultad. Luego me acerqué lentamente, le quité el arma y me acurruqué junto a ella. Toqué su espalda desnuda, suave como una hoja de papel, toqué sus piernas, firmes como el mármol, y la besé en el cuello.

Ella se dio media vuelta, se limpió las lágrimas con la palma de la mano, regando aún más el rimel negro por su rostro, y me preguntó ¿Tú también me amas, muñeco?

Claro que te amo, le mentí. Siempre te he amado, nena.

Y luego la besé.

Foto por: Amiba

martes, 11 de agosto de 2009

Calíope o ¿de dónde sacan los escritores sus ideas?

Ayer leí una historia en donde un escritor que no ha escrito nada desde su exitosa primera novela hace algo bastante raro para recuperar su inspiración: El escritor hace un trato con un fans para que le consiga un bezoar que luego le regalará a otro escritor famoso para que éste le diga su secreto del éxito, para que le diga cómo hace para escribir esos libros tan magistrales. ¿Cuál es ese secreto? ¿De dónde saca su inspiración? Esa es la pregunta que siempre ronda la historia (y que ronda la cabeza de muchos de los que nos atrevemos a escribir). Los fans y los fans siempre se la preguntan al escritor.

La respuesta a esta pregunta es: fornicando con la musa (al menos en esta historia).

El escritor famoso le muestra al escritor que no ha escrito nada a una chica que mantiene desnuda y cautiva en el ático de su mansión. La chica, maltratada y violada, se llama Calíope y es la mismísima musa de la poesía épica y la elocuencia.

Calíope es la mayor y más distinguida de las nueve musas. Es la musa de la elocuencia y la poesía épica o heroica. Calíope ("bella voz") es la madre de Orfeo y Linus con Apolo. Sus emblemas son un lápiz de cera y rollos de papel.

La medalla de la Academia Sueca (del Premio Nobel de Literatura) representa un hombre joven sentado bajo un árbol de laurel que, encantado, escucha y escribe la canción que le susurra la musa (Calíope).

La inscripción en la medalla reza:

Inventas vitam juvat excoluisse per artes


Traducido libremente "Y que mejorarse la vida en la tierra por su recién encontrada virtud". Las palabras se toman de La Eneida de Virgilio, la 6 ª canción, verso 663.

El asunto es que el viejo escritor le regala al joven escritor a la chica que ha mantenido encerrada durante casi sesenta años. La chica, Calíope, le reclama “Pero... tú prometiste liberarme el día en que murieras” y el anciano escritor le responde; “Nena... ya deberías saber que todos los escritores somos unos mentirosos”.

El escritor, que no había escrito nada en más de un año (“Simplemente no puedo pensar en una sola línea que valga la pena, en una sola historia que no haya sido contada un millón de veces”), ataca sexualmente a Calíope, y al finalizar, casi como si estuviera poseído, se sienta frente a su computadora y comienza a trabajar. En una sola noche escribe una novela que lo lleva al estrellato.

Y luego escribe otra y otra y entre novelas escribe un librillo de poemas que gana todos los premios del mundo. Todos quieren saber su secreto, pero él sólo sonríe ante la pregunta ¿De dónde saca usted todas sus ideas?

Y se hace millonario.

Claro que la trama se complica más adelante. Las tramas siempre deben complicarse. Calíope le pide ayuda a sus hermanas para escapar de su prisión, pero las hermanas le dicen que ellas no pueden hacer nada, que no tienen el poder suficiente para hacerlo, que mejor le pida ayuda a uno de los dioses en lugar de a ellas Las Musas.

Y es entonces cuando la trama se vuelve aún más interesante, pero eso ya no se los voy a platicar. No me gusta echar a perder las historias, nunca me ha gustado. Mejor lean “Calliope” de Neil Gaiman y descubran el desenlace por ustedes mismos (y de paso lean sus demás historias, maravillosas todas ellas).

Yo, por lo pronto, regresaré a hacerle el amor a mi propia musa. Se los digo nomás para que luego no me vengan a preguntar; Y tú... ¿de dónde sacas las ideas?