jueves, 18 de diciembre de 2008

Cuentos para enamorar niñas españolas

Érase una vez un grupo musical que grabó un disco y que pensaba que ese disco sería un fracaso y que así lo fue hasta que comenzó a escucharse en otro país que no era el de ellos y que después de eso comenzó a escucharse en otros países y a ser apreciado y a ser comprendido y eso propició que volviera a ser escuchado en donde en un principio pensaron que sería un fracaso y entonces, contra todos sus pronósticos, su disco triunfó.

Érase una vez un niño al que le gustaba mucho comer miel. En una ocasión miró a su mamá subir hasta la parte más alta de la alacena con ayuda de una escalerilla, y aprendió, y se fijó muy bien en dónde había ella guardado el bote con el espeso y dorado líquido. Entonces, cuando mamá se fue al trabajo, el niño trepó y alcanzó y comió y comió hasta embarrarse los bigotes y la barriga con la miel. Cuando mamá llegó le dijo Pero mira nada más todo este desastre, quién se comió toda la miel, y el niño le dijo Mamí, fíjate que llegó un oso grandototote y él se la comió.

Érase una vez una chica que soñaba con recorrer el mundo montada en un tren. Para eso se compró un libro grande y pesado lleno de mapas, y se dio cuenta que el mundo tiene mares por los cuales no se puede construir una vía, y que tiene desiertos y montañas por las cuales jamás han construido un paso para el ferrocarril. Cerró su libro, suspiró, y se dio cuenta que su sueño iba a tardar un poco más de lo imaginado en cumplirse.

Entonces el grupo comenzó a salir de gira, lo llamaban para hacer comerciales de refrescos y aparecer en la televisión. Se sentaban a contestar preguntas para las que sólo había respuestas tontas, y luego tocaban frente a un público que sólo quería escuchar la canción que ellos más odiaban; la canción que los había hecho famosos. Y así fue como tuvieron dinero para hacer un segundo disco.

Los amigos del niño se sentaban a su alrededor a escucharlo contar historias. Su favorita era la de un hombre que había sobrevivido al fin del mundo y que se dedicaba a dar vueltas por un desierto interminable en compañía de su perro. La escuela a la que asistía era una escuela de monjas, y él era el más mentiroso de todos sus compañeros.

La chica empacó una bufanda, unos zapatos tenis y dos pares de ropa interior limpia, se echó la mochila al hombro y partió en su aventura. Los hombres se rieron al decirle que los trenes desde hace mucho que estaban muertos, las mujeres se burlaron de su comportamiento casi masculino, Las chicas no viajan por el mundo, le dijeron, se quedan en su casa a esperar un marido.

Entonces la banda grabó su segundo disco y a todo mundo le encantó, menos a ellos. No les había gustado precisamente por eso, porque no querían el éxito. Por eso se habían animado a experimentar más, a hacer música más extraña, a ocupar instrumentos poco conocidos. Les molestaba también la sombra de su primer éxito, que los críticos dijeran que ese sería el único éxito que tendrían. Para su mala fortuna, con el nuevo disco vinieron tres canciones inolvidables. Antes pocos los conocían, pero con el nuevo disco, inevitablemente se volvieron famosos.

Eres la única, para ti he escrito esto, decía nuestro niño al haber crecido. Tenía una habilidad natural para contar cosas que jamás había experimentado, entre ellas el amor. Se pasaba las noches enteras escribiendo cartas para una mujer a la que nunca había conocido, a la que nunca había visto, a la que no sabía siquiera si existiera o no. Esas cartas las guardaba en un cuaderno de cubiertas color azul y luego las transcribía en hojas que le daba a las niñas más guapas de su salón, y las más guapas de la cuadra, y las más guapas de la colonia. Todas recibían la misma carta. Todas eran únicas. Nuestro niño mentiroso, que ahora había crecido, se volvió popular. Eres la única, les decía a todas ellas al entregarles la carta, para ti he escrito esto.

La chica viajó por África, por toda ella, y por las tierras árabes y por las tierras indias, también por todo el oriente. Y a pesar de saber que estaba cumpliendo su sueño, aunque algunas veces tuviera que viajar en camión y otras en camello, se sentía profundamente triste. Por las noches se sentaba junto a los beduinos a mirar las estrellas, y de esa manera se dio cuenta que el sueño que tenía, su verdadero sueño, no había sido nunca viajar por el mundo en tren, sino otra cosa, algo que no podía definir con claridad, pero que ahora sabía que cuando lo tuviera enfrente sabría que eso que estuviera viendo lo iba a ser. Por ahora no le quedaba más que seguir viajando. Abrió entonces un pequeño libro de poemas y leyó. Después de un rato se quedó dormida.

El grupo dejó de escribir canciones por más de un año. Durante todo ese tiempo se dedicaron a leer instructivos de sintetizadores y a escuchar música electrónica, se dedicaron a curarse de la profunda depresión que les había causado estar durante tanto tiempo en gira. Odiaban su música, odiaban tener que estar frente a la gente. Querían estar a solas y componer el mejor disco de sus carreras, uno que no les avergonzara y que los hiciera sentir, por primera vez en sus vidas, felices de ser músicos. Entonces comenzaron a escribir su tercer disco.

Y el niño, que ahora ya es un joven, se dio cuenta que no tenía talento más allá del que tenía para conquistar chicas. Se dio cuenta de que toda esa habilidad, la que tenía para mentir, no era más que solo eso, una mentira, y que ya no quería eso. Ahora le interesaba escribir un poco de literatura, y escribió el primero de todos los cuentos que iba a escribir en un año, y se lo mandó a todos sus conocidos y a algunos desconocidos. Todos, sin excepción, le dijeron que eso que había escrito no valía la pena haberse escrito. Y el niño se sintió mal por eso. Su mentira no había sido lo suficientemente buena. Se deprimió una semana y luego volvió a tomar su pluma.

Dígame si el camino que llevo es el camino correcto, preguntó nuestra chica a un jefe indio que había encontrado a su paso por Los Estados Unidos. El jefe indio no le respondió. La chica, envuelta en todo ese humo blanco, supo entonces que la respuesta ya le había sido dada, que todo estaba en su interior, y guardó silencio para escuchar la voz de su alma, y escuchó entonces una pequeña vocecita que le decía Sí, estamos haciendo lo correcto. Cuando el jefe indio parecía que le iba a contestar, nuestra chica levantó la mano pidiéndole silencio, y así, dejándole una moneda sobre la alfombra, dio media vuelta y salió.

Un suicidio musical. Así calificó la crítica al tercer disco de la banda. Todo era una mezcla de música electrónica combinada con altas dosis de depresión y letras oscuramente filosóficas. Nada más alejado a su primer y segundo disco. A los fanáticos les encantó. Las estaciones de radio tocaban y tocaban ese primer sencillo de seis minutos de duración. Los contratos no paraban de llegar. Y la banda, por primera vez, se sintió feliz. Ese primer sencillo, sentían ellos, era mucho mejor que aquella primera canción que los hizo famosos.

El joven escribía una carta mientras escuchaba una canción de un grupo que hacía música rara, con cambios de ritmo y letras filosóficamente oscuras. La escuchaba una y otra vez, asombrándose de las cosas que el arte podía hacer. Descubrió entonces que él podía escribir como él siempre había querido, y que no tenía que hacerlo como los demás decían que la literatura tenía que ser. Entonces escribió un cuento que trataba sobre una chica que soñaba con viajar por el mundo montada en un tren, y se lo dio a leer a sus amigos y también a gente que nunca antes había conocido, y todos ellos, sin excepción, le dijeron que ese era el mejor cuento que había escrito. Pero lo que más feliz puso a nuestro chico fue recibir una carta que comenzaba con la siguiente línea; Yo soy la chica que alguna vez tuvo ese sueño.

Si la chica pudiera describir con música lo que sintió al verlo por primera vez, entonces escogería esa canción depresiva con letra filosóficamente extraña de ese grupo que nunca quiso ser famoso. Después de haberle dado la vuelta al mundo, después de mucho viajar y de mirar lugares y de hablar con gente y de comer cosas extrañas y de dormir a la intemperie y de pasar calor y frío, por fin se encontraba frente a frente con eso que siempre había buscado pero que no sabía que estaba buscando. Se había encontrado con ese chico que le contestó aquella primera carta diciendo Me llamo Carlos y escribo porque me gusta mentir, ya que sólo mintiendo puedo encontrar la verdad. Se había encontrado con ese chico que por un momento, pequeño pero suficiente para hacerlo, le había detenido el corazón. Y supo que su viaje por fin había terminado.

Érase una vez un grupo que grabó un disco que pensó que sería un fracaso, un grupo que sólo había soñado en describir con música un sentimiento que valiera la pena y nada más. Érase una vez este grupo que recibió un día una carta y que luego se había sentado a escribir su cuarto disco pensando en una chica que le dio la vuelta al mundo y en un chico mentiroso que un día escribió un buen cuento. Un grupo que después de tanto tiempo, de tanto luchar y tocar y hacer cosas que no los satisfacían por completo, por fin había logrado alcanzar su sueño.

Ésta fue la historia de ese érase una vez.

1 comentario:

Eme dijo...

Me encantó, claro que sí.
Te lo agradezco.

Besos y feliz Navidad.