viernes, 6 de marzo de 2009

Uno de mis días de sol

Es como ver el mundo a través de unos lentes de plástico. A veces tengo hambre y se me antojan los pepinos. Un poco de picante. La música árabe escrita por norteamericanos. A veces no me interesa escribir.

Una historia. Hoy no tengo una historia. Palabras no tengo pero escribir debo. ¿Cómo puedo meter cien billetes en mi billetera? Mejor un montón de libros que nunca llegaré a leer. Un pato. Necesito un pato. De plástico es mejor.

Y me construyo una ciudad con trozos de cartón y latas de refresco. La pinto y le dibujo sus pequeños letreros de Hotel y Prostíbulo y Funeraria y Templo. Luego camino por sus calles y piso las casas, también los edificios. Pero no. Eso no me hace sentir mejor. Gigante. No me interesa ser un gigante.


He pintado mi barba de color rojo y mis cabellos de color azul. He depilado mis cejas y los pelos de mi nariz. Se me ha caído una muela y tengo que ver al dentista, pero al llegar con él, cuando se asusta al mirar el trozo de hueso que antes era un diente incrustado en mi boca, se desmaya, y tengo que decirle que no tengo dinero para que me construya algo nuevo. Tengo que levantar al hombre después de su desmayo. Le pido perdón por mi mal aliento.

Nunca había visto a un hombre que tuviera un pantalón más gastado que el mío. En la calle, un vagabundo tuvo a bien recordarme que aún no he tocado fondo. Me empujó a la tristeza y ni siquiera tuve la decencia de darle las gracias. Lo único que pude hacer fue regalarle mis pantalones. Él hizo lo mismo conmigo.


¿A quién le dedico el último libro que he escrito? A todas las mujeres que tuvieron la gentileza de arruinarme la vida.

También me dedico a masticar un pedazo de torta que encontré bajo la cama. Al menos no está completamente podrido. Me duele el estómago. Me duele desde hace tiempo. He aprendido a ignorar esa sensación. Es como si me hubiera comido un cuervo y que ahora él me estuviera devorando desde adentro. Vomitar sangre es algo normal. Tal vez Pachebel me haga sentir mejor.


Un amigo me invitó a beber a su casa. Tuve que decir que sí. Bebimos Whisky y le hicimos el amor a su mujer. Creo que era su mujer. Al menos eso me dijo de todas ellas. Una de las mujeres, creo que su nombre era Laura, me ayudó con una de las uñas enterradas del pie. Era amable. Tuve que golpearla.

¿Te hago sentir mal? No me digas eso. Precisamente ahora que estoy de buenas y que te he contado uno de mis mejores días. Si quieres, alguna vez te contaré el peor. De esos tengo muchos. Pero hoy estoy cansado. Las voces han regresado. El dolor también, pero a ese prefiero ignorarlo. Tuve un día largo.

De veras. Nunca quise ser bueno. Ahora no sé que hacer. Tal vez me compre unos dientes nuevos. Tal vez me depile el sexo y salga a dormir bajo la lluvia. Tal vez le llame a mamá. Tal vez termine ese texto que me han solicitado y que no sé cómo escribir. Tal vez me compre una canoa y llegue a la playa. No sé. Tal vez me construya otra ciudad de cartón. Pero primero tengo que regresar al baño, creo que he vuelto a vomitar. Luego, déjame dormir un rato.

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