miércoles, 6 de febrero de 2008

Tres vaqueras


Me sentí muy bien al terminar de escribir esto. Tuve esa sensación que se tiene al salir de vacaciones después de mucho tiempo sin hacerlo. Sonriendo sin darme cuenta, sintiendo el pecho limpio, como si alguien lo hubiera inflado de felicidad. Después de meses sin escribir algo, sin terminar nada, por fin lo hice. Acabé un texto.

No importa lo que escribí, de verdad. No me preguntes por eso. No me escribas diciendo que quieres leerlo porque en realidad no vale la pena.

Sólo te voy a decir que escribí una historia de vaqueros. En realidad escribí una historia sobre tres mujeres vaqueras. Tres gorditas que usan botas, sombrero y pantalones entallados y que viajan en un mustang. Dos de ellas acompañan a la tercera. Buscan al ex novio. Una es rubia y dos son morenas, una más morena que la otra. Las mejores amigas desde niñas. Las tres llevan un revolver en el cinto. Hay muchos problemas, júralo.

Es viernes. Así comienza la historia. Es viernes y una de ellas, llámala Marta, regresa del trabajo. Se quita la corbata y el saco, se mete a bañar. Su cuerpo brilla bajo el agua y el jabón. Se recarga en la tina y respira hondo. Se deja llevar. Marta me gusta. Me gustan las mujeres con curvas. Muchas curvas. Las flacas no me gustan, tampoco las mujeres muy jóvenes, así que Marta tiene más o menos mi edad y está triste porque todos sus amigos ya se han casado, algunos hasta tienen hijos, pero ella no. Ni siquiera tiene novio, aunque lo tuvo.

“¿Qué sentirías si el hombre de tu vida, aquel que dejaste hace tantos meses, ha hecho su vida con otra? Con una mujer que lo ama y lo respeta mucho más de lo que tú llegaste a hacerlo nunca”. Eso le pregunta Marta a sus amigas mientras hablan por teléfono. El agua en la tina comienza a ponerse fría. Marta piensa en el revólver que guarda en la cajita de madera bajo su cama.

Sale del baño secándose con una toalla pequeñita. La pasa por todo su cuerpo, podemos verla desnuda. Sus senos grandes, sus caderas que suben y bajan, su vulva depilada. Su piel blanca, casi amarilla, con la celulitis necesaria para lucir sexy. No le importa que las cortinas de su departamento estén abiertas. Huele a jazmín. Su cabello huele a manzana. Le dice a sus amigas que las verá a las diez. Luego se pone unas pantaletas rosa con negro, iguales a las tuyas que tanto me gustan.

En el camino compran cervezas y luego salen a toda velocidad de la ciudad de México.

¿Qué buscan? Ya te dije que al ex novio de una de ellas. Marta aún ama a su ex novio. Le duele cada que piensa en él, como si le hubieran hecho un agujero en el corazón. A pesar de esto, la historia no es una historia romántica, sino una historia de vaqueros, con disparos y toda la cosa. Es sobre tres gorditas pistoleras que salen una noche de viernes a recorrer las carreteras para buscar a alguien, y que sin querer acaban encontrando el verdadero amor, y que después de encontrarlo lo pierden y tienen que volver a casa con las manos vacías. Tonto ¿no?

Marta se pinta en el pecho una leyenda “favor de insertar un corazón” dice. La escribe con un marcador mientras llora frente a un espejo en el cuarto de un hotel. La sombra de sus ojos resbalando por las mejillas, negra como un río pestilente. Aún así luce hermosa. Quise abrazarla.

A ti siempre te han gustado las historias con gente que tiene algún defecto físico. No sé por qué, pero es así. Recuerdo la cara que pusiste el día que te lo hice notar. Fue como si te hubieras molestado pero al mismo tiempo te hubiera agarrado con la guardia baja. Te quedaste sin aliento. Te estuve mirando, esperando que dijeras algo, pero no lo hiciste. En mi historia de las tres vaqueras hay un hombre ciego y un hombre que ha perdido una pierna. Te aseguro que mis vaqueras se la pasan bien con ellos. El ciego le hace el amor a una de ellas de una forma que jamás había soñado. Cuando vengas a casa te voy a mostrar cómo. El hombre sin una pierna también folla como todo un campeón. Joder, vaya que me puse caliente al escribir esa parte. Dan cátedra.

La historia se complica cuando nos enteramos quién es el ciego y el hombre sin pierna. Nada que le guste a nuestras tres vaqueras.

Hay una persecución en auto, otra a caballo y una más a pie a la mitad de la noche. Hay disparos, lágrimas y corazones rotos. Hay ropa sucia y desgarrada. Hay mujeres como tú que se decepcionan de la vida una vez más. No hay moralejas ni adoctrinamientos. Ya lo sabes. Soy así. También hay una parada obligatoria en el hospital y unos cuantos litros de sangre.

El final... bueno, es del tipo de finales que suelo escribir, no creo que te decepcione. Es más, hasta me aventuraría a decir que te va a quitar el aliento. No vas a leer nada más durante una semana. Por eso no te la doy. No quiero lastimarte. Sólo te digo que las vaqueras no se salen por completo con la suya. Hice con ellas lo que una vez me dijiste; “si se supone que ame a esas personas, enséñame cómo podría odiarlas”. Te aseguro que las vas a odiar.

Al golpear la tecla del punto final me sentí muy bien, como si alguien me hubiera inflado con felicidad. Y a pesar de que aún nadie ha leído esta historia, al terminarla salí a la calle sintiéndome orgulloso de ella. Por fin, después de varios meses, he terminado de escribir algo que me gusta. Ya había olvidado lo bien que se siente, la razón por la que en realidad escribo. Ya había olvidado estos momentos de satisfacción.

5 comentarios:

Eme dijo...

Eres el mejor. Lo eres.

Estoy pasmada.

Siempre lo logras.

¿Cómo lo haces?

Besos

Amiba dijo...

ahí estoy yo!
me da gusto que mis fotos hayan sido de interés y que te sirvan para complementar tus maravillosas letras. lo disfruté mucho, especialmente por el factor gordita.. por supuesto :p
un beso!

Leon dijo...

Bueno trabajo!!

Leon dijo...

Bueno trabajo!!

Daniel Cardona dijo...

Excelente texto, excelente foto.
criptex