sábado, 28 de junio de 2008

Inmortal

Hoy vi el cuerpo de un hombre muerto tirado en la calle. Tal vez no era ya un hombre, sino solo un cuerpo vacío; como un capullo abandonado. Estaba en el suelo, sentado con las manos por delante, recargado en un puesto de metal, con la ropa sucia y la piel reseca. El rostro caído, como si sólo estuviera durmiendo entre bolsas y montones de papel. Entre botellas y cajas de cartón. En medio de un olor a suciedad y podredumbre. Pero ya no se movía. Ya nunca iba a hacerlo.

No sé qué lo mató, si fue el frío, el hambre o la lluvia. Tal vez la soledad. Un hombre al que seguramente nadie va a recordar. Alguien que no merece siquiera que su nombre aparezca en esos periódicos que tantas noches lo cubrieron. Aún no llega la policía, pero ya las vecinas han colocado veladoras junto a sus pies. Aún no lo han cubierto.

Nadie se acerca a menos de un metro, tal vez sólo los niños que se cuelan hasta enfrente. La gente mira el cuerpo en silencio, con los brazos cruzados, como si estuvieran esperando que algo suceda. Miran y se alzan de hombros. Yo miro a los niños que ven tan lejana la muerte, que ni piensan en ella, que ni les interesa la inmortalidad. Ellos creen que jamás van a morir.

Es una costumbre colocar cruces metálicas en el sitio en que alguien murió, pero no creo que éste hombre vaya a tener una. ¿Quién sabe su nombre? ¿Acaso alguien lo ha visto antes? Nadie sabe más que el día de su muerte. No existen cruces con apodos. Tampoco hay nadie que quiera acordarse de él. En una semana estará en la fosa común, entre gente que a nadie le interesa tampoco recordar. Metido entre brazos y piernas de gente que no conoció. Estará entre sus iguales.

Tal vez descanse en paz.


No hay comentarios: