sábado, 28 de julio de 2007

Diosa Dominical

A Carlos le gusta mirar a su esposa tender la ropa. No le ayuda porque ella no se lo permite, porque dice que ese es su trabajo. Así que Carlos se limita a acomodar su pequeña silla anaranjada sobre el pasto, sacar una cerveza de la nevera, colocarse las sandalias y apoltronarse.

Carlos podría mirar hacia otra parte, hacia los campos de girasoles por ejemplo, pero no lo hace. Tampoco mira las nubes ni los árboles al moverse con el viento. Carlos prefiere mirar a su esposa mientras tiende la ropa.

Ella usa un pañuelo sobre la cabeza. Y lleva la ropa en las cubetas que arrastra con los pies, mientras pone los calcetines en el tendedero. Ella se seca el sudor con el antebrazo y Carlos le ofrece un trago de su cerveza. Ella le dice que no es necesario, que descanse.

Ella usa una falda larga con lunares. Se estira para meter la ropa entre los nudos del tendedero, los dedos le duelen. Se pone de puntitas al colocar la ropa, casi siempre dándole la espalda a su marido, y él la mira mientras le da un trago a su cerveza.

El viento sopla y levanta la falda de la mujer un poco más arriba de sus pantorrillas. Ella no hace nada. Sigue tendiendo. Y Carlos siente que el corazón le late con un poco de fuerza. Arriba, el sol cae vertical. Ni una sombra.

La mujer se agacha para sacar otra camisa y llega una nueva ráfaga de viento. La falda se le sube otro poco, descubriendo su fondo. Carlos respira profundamente. Entonces llega otra curva de viento, que se mete por entre las piernas de la mujer, alzándole la falda hasta la cintura. Carlos no pierde detalle de las piernas gordas de su esposa, de su ropa interior, de sus nalgas redondas. Le gusta ese fingido descuido con que ella intenta bajarse la falda. La mujer sabe que a Carlos le gusta mirar. Por eso se pone de puntitas.

El viento va y viene, jugando con la falda de la señora. De vez en vez, disimuladamente, ella se agacha para que su esposo pueda verla mejor.

Carlos podría mirar hacia otra parte, hacia los verdes montes en lontananza por ejemplo, pero no lo hace. Le gusta mirar a su esposa.

Diez minutos después, Carlos termina su cerveza y la mujer de llenar los tendederos. En las cubetas sólo queda agua jabonosa. Carlos se pone de pie, toma a su mujer por la cintura y la lleva dentro de la casa. Ella sonríe. Mientras cierra la puerta, Carlos da gracias de que el día de hoy sus hijos hayan salido a jugar.

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