sábado, 28 de julio de 2007

Mañana, cuando hayas llegado a casa, piensa en mí.


Moría de ganas por abrazarte, por acariciar tu espalda, por sentir tu respiración. Quería dejar bien adentro de mi pecho el aroma de tu pelo, tocar tus manos, quedarme callado, muy callado, escuchando tu corazón.

Quería detener el planeta, que dejara de girar para estar a tu lado por siempre, mirando tu sonrisa y mi reflejo en tus ojos, viendo la manera en que ponías tu mano en tu rostro. Quería aprenderme todos y cada uno de tus rasgos. Contar también tus pecas. Quería escuchar todas tus historias.

Moría de ganas por oír tu voz, mecerme en tus risas, pasearme un rato por las calles de tu mundo. Vivir un rato, aunque fuera sólo unos minutos, en el mismo espacio que tú lo haces. Moría de ganas por besarte y decir que me has hecho tanta falta.

Pero no quise que fuera más doloroso.

Hablé demasiado porque no podía ocultar mi nerviosismo. No te toqué porque sabía que al hacerlo no iba a poder detenerme. No te abracé porque en ese instante hubiera explotado en lágrimas. Al despedirnos me di la vuelta porque mirar tus ojos otra vez hubiera sido doloroso, seguramente más doloroso de lo que fue. No me hubiera ido.

Tuve ganas de volver, de decir todo lo que no te dije, de besarte en el umbral de la puerta. Tuve ganas de gritar tu nombre, de pedir que no te fueras, de seguir juntos por el resto de la eternidad. Pero no quise que doliera más.

Eres todo lo que había imaginado. Y duele, como si hubieras puesto una bomba en mi pecho y la hubieras activado al cerrar tu puerta, al decir adiós. Duele como si un animal salvaje me hubiera arrancado el corazón de un zarpazo, como si el aire se hubiera terminado. Como si alguien me hubiera disparado en la rodilla.

Al doblar la esquina respiré con fuerza, intentando hacer regresar mi alma, pero no funcionó. Ya nada funcionaba, ni sentarme a la orilla de la banqueta a mirar las estrellas. Al ir de vuelta a casa, encorvado sobre un asiento del metro, no pude evitar llorar.
Sólo espero que mañana, cuando hayas llegado a casa, pienses en mí.

No hay comentarios: