lunes, 15 de octubre de 2007

SINDROME DE ABSTINENCIA

Como si alguien me hubiera metido una varilla de metal en la cabeza y estuviera haciendo pasar electricidad a través de ella; así me siento. No sé cómo es que estoy despierto y escribiendo. Aún escucho la música en los oídos. Las piernas me tiemblan. Tengo la boca seca.

En realidad no tengo tampoco por qué estar contando esto, pero aquí me tienes. He dejado de escribir en todas esas páginas en que solía hacerlo. Guardé los textos en varios archivos y los metí en alguna parte, luego me di de baja. Si pones mi nombre en los sitios en que solías buscarme verás que ya no estoy ahí. Desaparecer, como el hombre que nunca estuvo ahí.

Me di cuenta que ya no había nada más, que todo lo que podía obtener ya lo había obtenido. Era mejor retirarme. Nadie me va a extrañar. Pero con el adiós vino el síndrome de abstinencia, como cuando dejé de fumar. Me di cuenta que no podía seguir sin ver mis letras en el internet. Tuve que trazar un plan.

Decidí venir a este lugar en el que sólo me visitas tú. Necesito sentir que por lo menos mis palabras están aquí; ya sabes, tantos años crearon costumbre. Al menos contigo estoy seguro, nadie más que tú me conoce. Nadie sabe mi nombre, ni ha visto mi rostro. Sabes que siempre me ha gustado ser un fantasma. En mí, eso del ego del escritor no aplica: prefiero que nadie reconozca mi mediocridad.

La cabeza me hace Bum-Bum. Bailé hasta las tres de la mañana y tomé tanto vodka como un soldado ruso. Apenas puedo mantener los ojos abiertos. Necesito un poco de agua. Pero también necesito decirte esto; decirte que de ahora en adelante sólo voy a estar aquí, dedicándote tiempo, hablándote al oído, contando juntos las anémonas de luz. Sé que no me lo has pedido, pero necesito esto para mantenerme sobrio en el mundo de las letras. No me digas que no.

Ninguno de mis amigos sabe de este lugar, a nadie le he platicado de este rincón. Quiero que esto siga así. Ya no voy a seguir escribiendo para quienes tanto me han leído. Quiero alejarme de esa zona de confort. Además, siento que nada de lo que he escrito hasta ahora vale la pena ya. Sabes la razón. Es tiempo de cambiar.

Ahora sí, ya me voy a dormir. Este dolor de cabeza apenas me deja pensar. Te mando besos, donde quiera que estés.

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