miércoles, 28 de noviembre de 2007

Deseo




Muy pocos saben que Susana no es feliz. Repartir volantes a la salida del metro no es su idea de vida. Sonríe porque le pagan por hacerlo. Regala los papelitos y las muestras de shampoo porque no le queda de otra. “Maldita sea” suele pensar mientras aprieta la mandíbula, “ese anuncio decía; solicitamos demo-edecán. ¿Qué es esto? Me están desperdiciando”.

Se acomoda el pantalón después de agacharse, luego reparte más volantes. La gente sale de la estación, toman lo que ella les pone en la mano casi sin darse cuenta, luego desaparecen. Así se le van las horas, entre sonreír y ocultar la vergüenza que siente por estar de pie a media calle, como si fuera un animal exótico en exhibición.

El sonido de una cámara la saca de sus pensamientos.

Delante de ella un hombre moreno, con la cara marcada por la viruela, sostiene un teléfono con cámara digital.

-¿Pero qué le pasa?- dice ella-. Viejo pervertido.

-Eres muy hermosa- el hombre toma otra foto.

-¿Quién le ha dado permiso de hacer eso? Voy a llamar al supervisor para que le de su merecido. ¡Fabián!

El hombre se lleva la mano al bolsillo y saca una tarjeta. Luego la extiende por delante. Susana no sabe qué hacer.

-Mejor llámame. Yo puedo cumplir tus sueños- dice-.

Susana lo mira con los ojos entrecerrados. Muchas veces se ha topado con hombres de ese tipo, pero nunca con uno que estuviera así de loco, que la mira directamente a los ojos como si supiera que ella fuera a aceptar.

-¿Y porqué debería llamarle?- dice Susana-.

-Porque todo esto- dice el hombre moviendo una mano en el aire- es demasiado pequeño para ti. Tú buscas algo más grande y yo puedo dártelo.

-Pero si no nos conocemos. Nunca antes lo he visto.

-No te creas, pequeña. No te creas.

Susana toma la tarjeta con cuidado. Permanece de pie, dejando que el viento juegue con su cabello. Su mente se encuentra en otra parte, soñando con algo diferente. Y antes de que pueda darse cuenta, el hombre ha desaparecido entre la multitud.

Susana levanta la tarjeta y lee un nombre, luego un número telefónico. Fabián, el supervisor, llega y le pregunta si todo está bien. Ella le dice que sí. Que todo se encuentra bien. Luego mira en dirección de la gente; Nunca antes se ha sentido así.

3 comentarios:

Auggie Wren dijo...

Demasiado bonito. No hay sitio para cenicientas en este mundo...

Alex dijo...

vi que te dejaron un comentario de algo que ellos quicieron creer , pero la historia es realmente incierta no dice lo que ocurrira realmente...

lo unico que no va es la foto

una chava con pearsing nadamas no queda como edecan y no digo que no este bonita

earlyn26 dijo...

me gusta mucho lo que escribes ;)